Un frágil o casi inexistente control policial en el ingreso de la hincha de Oriente, en la curva poniente, generó parte de todo lo sucedido anoche en el Tahuichi durante el clásico cruceño 171. La demora del inicio del segundo tiempo y la posterior paralización del partido a los 75 minutos, por la sorprendente cantidad de fuegos artificiales que se encendieron en el sector albiverde, prendieron la chispa de lo que posteriormente fue un bochorno.
La dirigencia de Blooming, impotente al final del partido, no sabía qué decir sobre el escaso control que hubo y que permitió el ingreso de esa cantidad de juegos pirotécnicos. “Dónde están los 900 policías, realmente no nos pueden echar a nosotros todo el perro muerto”, sostuvo Francisco Borenstein, miembro de la comisión técnica de Blooming, quien dijo que esa cantidad de petardos no pudo haber entrado en los bolsillos de los hinchas.
De nada sirvió la reunión de coordinación que se realizó en los días previos al clásico, pues las soluciones parche que se dieron cuando ya el árbitro Óscar Maldonado había paralizado el partido por cinco minutos, no pudieron apagar la chispa que ya estaba encendida.
El comandante departamental de la Policía tuvo que instruir la movilización del personal, mientras tanto, sus efectivos eran simples espectadores, ya que hasta el momento y, a pesar de que durante todo el partido el árbitro advirtió sobre la utilización de un láser en los ojos del arquero de Bloomnig, nadie se dio a la tarea de encontrar al desubicado.
Cuatro personas fueron detenidas acusadas de ser quienes prendieron los fuegos artificales a las tribunas.
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